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Arqueología Medieval

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La Arqueología Medieval es una ciencia dedicada al estudio de las sociedades medievales empleando para ello no sólo las fuentes escritas, como hace la historiografía medievalista tradicional, sino también las materiales, procedentes del registro arqueológico, desde la cerámica hasta los palacios, pasando por los espacios productivos, analizados con las herramientas de la Arqueología Espacial. Es objeto de especial interés el urbanismo medieval y todos los fenómenos asociados, debido a nuestra vocación hacia la arqueología en las ciudades actuales (Arqueología Urbana), por ser con diferencia la de mayor demanda social. En España y Portugal, cuenta con la peculiaridad de afrontar tanto la sociedad feudal como la islámica (andalusí) y las interrelaciones entre ambas, presentando un especial interés –así como una extraordinaria complejidad- los procesos de ruptura y continuidad que tienen lugar en el paso de la sociedad tardoantigua a la altomedieval, así como al final de la Edad Media con la implantación definitiva de un estado central castellano pero sin resolver aún definitivamente las divergencias socioculturales que suponía la permanencia de población morisca.

El desarrollo de proyectos de investigación en Arqueología Medieval ha adquirido en los últimos años un fuerte impulso en España. No obstante, su retraso con respecto a otros países europeos (como Inglaterra, Francia o Italia) sigue siendo aún considerable. Hay que tratar de evitar la fuerte tendencia actual a que la actividad arqueológica se desarrolle sin buscar objetivos históricos concretos, haciendo de la excavación un fin en sí mismo o a lo sumo adoptando una actitud de técnica auxiliar de la Historia. Al contrario, la Arqueología Medieval, como señala Miquel Barceló, tiene como finalidad ineludible “producir conocimientos históricos”. Frente al medievalismo tradicional, que actúa sobre fuentes escritas, la especificidad de la Arqueología Medieval consiste en que actúa en un registro diferente del textual. Pero ni sus planteamientos suelen tener cabida en el ámbito del medievalismo establecido ni la disciplina como tal es objeto de reconocimiento en los medios académicos. 

Así pues, el objetivo natural de la Arqueología Medieval es el de producir conocimientos históricos; es decir, producir informaciones adecuadamente contrastadas sobre la estructura, funcionamiento y cambios de las sociedades humanas –en concreto, las medievales-. Es, pues, un objetivo idéntico al de la investigación histórica que se vale únicamente de fuentes escritas. La Arqueología produce conocimientos a partir del registro arqueológico y de la prospección sin prescindir de la información derivada de los textos escritos, que tiene limitaciones muy serias (como también tiene limitaciones el registro arqueológico). Pero hay que trabajar con los dos registros, sin que ello signifique que sean complementarios. Los documentos escritos y restos arqueológicos –los registros textual y arqueológico- son dos tipos de fuentes desiguales y, por lo tanto, requieren métodos de estudio e interpretación diferentes; producen informaciones distintas, cuya relevancia depende en última instancia de su articulación en una teoría y del lugar que ocupen dentro de ella. En rigor, el registro arqueológico, de una forma más directa que el textual, hace evidente que la estratificación es el factor fundacional de toda la estructura social y de todo el movimiento histórico. La estratificación necesita, pues, ser explicada. La relevancia científica de la investigación dependerá de la capacidad de movilizar la información producida por ambos registros para explicar por qué y cómo se produce y reproduce esta estratificación y medir, también, las variaciones de intensidad que esta estratificación puede tener en distintas sociedades.

En el contexto europeo se reclama una “lectura arqueológica” de las fuentes de archivo y una verificación del dato arqueológico mediante su enfrentamiento al texto, en consonancia con la difundida necesidad de restaurar el diálogo entre las fuentes de la Historia Medieval y con las nuevas corrientes que abogan por transformar los “documentos” en “monumentos” y los “monumentos” en “documentos”.

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