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Descubren un gran muro que protegió el templo de Karnak de las inundaciones del río Nilo

Descubren un gran muro que protegió el templo de Karnak de las inundaciones del río Nilo

Recientes descubrimientos en el templo de Amón en Karnak incluyen una rampa privada (fot. superior) usada probablemente por el faraón Taharka para acceder al templo desde su barco real. Baños públicos (fot. inferior) en los cuales la comitiva real se lavaba antes de entrar en el recinto sagrado. Fotos gentileza de Steven Stanek / National Geographic.

Un equipo arqueológico egipcio ha descubierto los vestigios de un enorme muro que fue construido para proteger los templos faraónicos de Karnak, erigidos hace alrededor de 4.000 años, informó hoy el ministro de Cultura de Egipto, Faruq Hosni.

El hallazgo fue hecho durante unos trabajos de búsqueda y rastreo de piezas arqueológicas en la parte oeste de los templos, situados en la ribera este del río Nilo, en la localidad de Luxor, a 700 kilómetros al sur de El Cairo, precisó el ministro en un comunicado.

Hasta ahora se ha desenterrado casi 400 metros de largo y siete metros de altura de la muralla, que fue erigida con enormes bloques de piedra arenisca transportadas desde las canteras de Asuan, a unos 260 kilómetros al sur de Luxor, reveló, por su parte, Zahi Hawas, jefe del Consejo Supremo de Antigüedades (CSA).

La construcción de la presa, que es también una de las más grandes en la historia del país, se prolongó durante varias dinastías de distintos faraones.

El responsable egipcio no descartó la posibilidad de que se descubran otras extensiones del muro cuando concluyan las excavaciones en el lugar. Los primeros estudios realizados al muro, que servía para contener las aguas de la crecida del Nilo, confirman que su construcción comenzó durante la dinastía XXVI (672 a 525 a.C.), y continuó en el reinado del faraón Nectanebo I, (378 a 361 a.C.), uno de los últimos faraones egipcios en el trono de Egipto.

Los templos de Karnak, que constituían el complejo religioso más importante del antiguo Egipto, fueron construidos hace casi 4.000 años, durante el gobierno de los faraones Amenhotep I y Ramsés II, del Imperio Medio y el Imperio Nuevo, respectivamente. Ese santuario estaba unido a los templos de Luxor a través de una larga calzada conocida como el Paseo de las Esfinges.

Hawas anunció también el descubrimiento de unos baños romanos "enormes", que datan del primer siglo después de Cristo, al norte del mismo templo.

Por otro lado, un equipo de arqueólogos franceses ha encontrado una vasija llena de 316 monedas, que datan de distintas dinastías, en la misma zona arqueológica.

Está previsto que el próximo enero las autoridades egipcias, encabezadas por el presidente, Hosni Mubarak, inauguren las nuevas instalaciones del complejo del templo tras la finalización de un proyecto de desarrollo de la zona.

El proyecto, cuyo coste asciende a unos 85 millones de libras egipcias (unos 10 millones de euros), ha incluido una reorganización del espacio, que ha supuesto la remodelación del aparcamiento y de las oficinas administrativas del lugar, que es una de las principales atracciones turísticas del país.

Fuente: EFE, El Cairo, 2 de diciembre de 2007

Kom Ombo - Templo de Sobek y Haroeris

Kom Ombo (كوم أمبو) es una villa agrícola de Egipto de unos 60.000 habitantes, situada en la ribera oriental del río Nilo, a 40 kilómetros al norte de Asuán y a 165 kilómetros al sur de Luxor. Existe una numerosa población nubia procedente del sur, desplazados por la construcción del lago Nasser. El emplazamiento es conocido en la actualidad por su templo de época ptolemaica.

Situación: 24º 27' N 32º 57' E
Nombre egipcio: Nubt o Nubet. Nombre griego: Ombos. Nombre árabe: Kom Ombo
(No debe confundirse con la ciudad situada al norte de Naqada del mismo nombre: Ombos)

En su origen, fue un asentamiento llamado Nubt, del egipcio nbt, que significa "Ciudad de Oro". Por su situación, disfrutaba del control sobre la s rutas comerciales que se dirigían desde Nubia a través del Valle del Nilo, si bien su importancia creció con la construcción del templo en el siglo II a.C.

En la época griega, la ciudad estaba en la Tebaida, y era la capital del nomo Ombita (el nomo I del Alto Egipto), en la ribera oriental del Nilo. Ombos fue una fortificación militar bajo todas las dinastías egipcias, con los faraones, hasta los ptolomeos y los romanos, y disfrutaba de mucha fama por la grandiosidad de sus templos y su tradicional enemistad con los habitantes de Tentyris (Dendera).

Los templos

Subsisten dos templos, construidos con la piedra obtenida de las canteras vecinas. El más notorio de los dos se yergue sobre una colina arenosa y parece haber sido una especie de Panteón dado que, de acuerdo con las inscripciones conocidas, le había sido dedicado a Haroeris (Apolo) y las demás deidades del nomo Ombita por los soldados acuartelados allí.

El templo más pequeño, en el noroeste, estaba dedicado a Isis. Ambos poseen una arquitectura imponente y todavía conservan los brillantes colores con los que los adornaron sus constructores. Datan de la época ptolemaica, con la excepción de una entrada de piedra caliza, construida dentro de un muro de adobe. Constituía una parte de un templo construido por Tutmosis III en honor del dios, encarnado en cocodrilo, Sobek.

El templo de Kom Ombo, conocido también como templo de Sobek y Haroeris está en ruinas, pero resulta imponente, especialmente por su ubicación, que lo hace destacar al lado del Nilo. Fue excavado por Jacques de Morgan hacia 1893. Es un edificio inusual, completamente simétrico, con dos entradas, dos salas hipóstilas y dos santuarios. Esto se debe a que está dedicado a dos dioses: el lado izquierdo al dios halcón Haroeris (Horus el viejo o el grande) y el derecho a Sobek, divinidad local con cabeza de cocodrilo.

Lo comenzó a construir Ptolomeo VI en el siglo II a.C, siendo Kom Ombo capital de un nomo del Alto Egipto, y lo terminó Ptolomeo XII en el siglo I a.C. El emperador romano Augusto le añadió el pilono de la entrada hacia 30 a.C. En el local hubo un santuario más pequeño de la época de Tutmosis II encontrándose vestigios que datan de la Dinastía XVIII (1.550 a 1.063 a.C.)

Descripción

La planta, parecida a la del templo de Edfu, consta de un patio, dos salas (una de ellas, el pronaos) y tres vestíbulos (en vez de los dos de Edfu). Tiene, sin embargo, dos ambulacros misteriosos (sólo hay uno en Edfu), dispuestos en tres lados, alrededor de las cámaras.

En la fachada se disponen dos entradas, y a cada una de ellas corresponde un templo, paralelos entre sí. A pesar de esta bipartición arquitectónica estricta, las dos partes están unidas, muchos recintos son comunes e incluso en ambas se tributaban honores a las dos divinidades. el pilono está decorado con bajorrelieves del emperador romano Domiciano haciéndole ofrendas a la tríada de Sobek.

El patio está en ruinas, con los muros laterales y el pórtico destruidos. En las dos puertas que conducen al interior hay inscripciones y relieves con el nombre de Tiberio. A ambos lados de la doble puerta hay representaciones de Ptolomeo XII Neo Dionisio siendo purificado por Horus y Thot en presencia de Sobek (a la derecha) y de Haroeris (a la izquierda).

Desde él, dos puertas llevan a la primera sala hipóstila, el pronaos. En ella, hay grabadas escenas protagonizadas por Haroeris en el muro izquierdo y por Sobek en el derecho. Las columnas están talladas con lotos del Alto Egipto y papiros del delta del Nilo. En los muros, representaciones rituales relacionadas con la purificación del rey, la consagración del templo y las dos tríadas, con los nombres de Ptolomeo VIII Evergetes II, Cleopatra II y Ptolomeo XII Neo Dioniso.

En la segunda sala hipóstila, los muros muestran escenas de ofrendas con el nombre de Ptolomeo VI Filométor y Ptolomeo VIII Evergetes II. A continuación se sitúan tres vestíbulos.

En los santuarios se ven decoraciones semejantes a las de la fachada. En el corredor interno de la izquierda están representadas las divinidades del Nilo. Hay también figuras alegóricas de los distintos territorios agrícolas. En la parte norte hay cartuchos de Nerón y Vespasiano. Se ven representadas también todas las fases de la construcción del templo y las técnicas usadas, así como un grupo de instrumentos quirúrgicos, ya que el templo acogía enfermos. En el suelo, en el exterior del santuario, fueron grabados tableros de juegos entretenerse.

Delante del templo se encuentra el Mammisi, o templo del nacimiento de Horus, construido por Ptolomeo VIII Evergetes II, muy deteriorado por la humedad del Nilo. La capilla de Hathor está también al sur del templo y en ella hay varios cocodrilos momificados que provienen de una necrópolis de cocodrilos próxima al templo. En el 7º año de Domiciano fue decorada en honor de la diosa romana Afrodita.

Al norte del templo de Kom Ombo se encuentra otro templo, dedicado a Sobek, y construido por Caracalla. También hay unas ruinas coptas.

Egipto, Nubia y Oriente Próximo. Colecciones del Museo Arqueológico Nacional

Egipto, Nubia y Oriente Próximo. Colecciones del Museo Arqueológico Nacional

El Ministerio de Cultura organiza esta importante exposición itinerante con fondos del Museo Arqueológico Nacional. El 18 de octubre se inaugura en Sevilla, donde permanecerá hasta el 8 de enero de 2008. Posteriormente recorrerá las ciudades de Granada, Albacete y Murcia.

A través de las ciento sesenta y ocho obras que integran la muestra, el público podrá evocar el río Nilo, "el eje absoluto que separaba el este del oeste, el camino por excelencia"; recordará a los faraones agrupados en dinastías, la creencia de los egipcios en una vida en el más allá después de la muerte acompañados de sus ajuares y se conocerán los trabajos realizados por españoles desde hace más de cuatro décadas en el yacimiento egipcio de Heracleópolis Magna.

La exposición, que ha sido posible gracias a la colaboración de diversas Cajas de Ahorro, reúne las mejores piezas de la Colección de Antigüedades Egipcias, Nubias y del Oriente Próximo del Museo Arqueológico Nacional y busca adentrar al visitante en estos grandes espacios culturales antiguos y en su historia.

Egiptología

Egiptología

El 21 de julio de 1798, Napoleón enardeció el ánimo de sus tropas con la célebre frase: “¡Soldados desde lo alto de las pirámides cuarenta siglos os contemplan!”. Lo cierto es que esta afirmación fue asombrosamente exacta: la Gran Pirámide tenía, por entonces, unos 43 siglos. Pero lo más sorprendente es que en aquellos momentos nadie conocía la edad de esas majestuosas moles pétreas y la egiptología ni siquiera había dado sus primeros balbuceos. De hecho, justo en aquellos momentos se estaban sentando los cimientos que, más tarde, iban a propiciar la eclosión de la ciencia cuya devoción es el Egipto faraónico.

Miles de años antes de que Napoleón conquistara el país del Nilo, Egipto estaba gobernado por Ptolomeo V Epífanes. Era una época tormentosa que vivía la decadencia de una dinastía marcada por los crímenes, los complots y las guerras intestinas. En este marco sangriento y cruel, Ptolomeo subió al trono siendo un niño. Pero a este joven monarca le esperaba un reinado sin demasiada gloria. Su poder estaba mediatizado por el clero, lo que le obligó a otorgar a los sacerdotes grandes privilegios, entre ellos la exención de impuestos. Este hecho se conoce gracias a los textos inscritos en una losa de 762 kilos, en la que se dejó constancia de la supuesta decisión real en tres escrituras: jeroglífica, demótica y griega.

El destino quiso que en 1799, Bouchard, un oficial de ingenieros del ejército de Napoleón, encontrar aquel decreto de Ptolomeo V Epífanes mientras se realizaban unos trabajos de desescombro en el Fuerte Julien, junto a la desembocadura del Nilo en Roseta. El soldado comprendió la relevancia que podían tener las curiosas inscripciones, y no se equivocó. Esa losa de piedra negra que se conserva en el British Museum de Londres y que se conoce como Piedra de Roseta iba a transformarse en la pieza angular de la egiptología. Gracias a ella, Jean-François Champollion pudo descifrar los jeroglíficos en 1822.

Esta fructífera casualidad dio a la egiptología la posibilidad de avanzar a pasos agigantados. Pero la campaña napoleónica, a pesar de su enfoque militar, tenía además un objetivo científico importante: 167 sabios de diversas disciplinas acompañaban a los militares. El arduo trabajo desarrollado por aquellos arquitectos, ingenieros, dibujantes y matemáticos tuvo como resultado la publicación de una obra enciclopédica, el primer trabajo de la egiptología científica: la Description de l´Égypte. Sus 837 láminas con más de 3000 ilustraciones siguen siendo una obra de referencia fundamental para la egiptología moderna. Una obra que hoy es una joya para los coleccionistas, que buscan en sus grabados la belleza de un Egipto desconocido y exótico. Sus grandes grabados, algunos con unas dimensiones que superan el metro, muestran un Egipto cubierto por la arena, un Egipto lejano, un Egipto lleno de maravillas, lleno de misterios…

 

Desde aquellos primeros pasos de la egiptología hasta nuestros días, los descubrimientos se han sucedido y la ciencia se ha desarrollado. Pero el auténtico motor de todo ello sigue siendo la fascinación y la curiosidad. Fue ese apasionamiento lo que impulsó a los viajeros griegos a remontar el Nilo, dio fuerza a los sabios de la Description de l´Égypte e inspiró a Champollion desde niño. Es la misma fuerza que sigue creciendo y que mueve a miles de aficionados y estudiosos.

Una de las víctimas más destacadas de esa seducción fue Auguste Mariette, un francés que llegó a Egipto en 1850 para comprar papiros coptos para el Louvre. Las circunstancias hicieron que Mariette olvidase poco a poco este objetivo y se adentrara en el mundo de las excavaciones, en el que consiguió éxitos tan notables como localizar el Serapeum: una inmensa y extraña tumba en la que se enterraba a los toros sagrados. Egipto sin duda le había atrapado para siempre, cambiando el destino de su existencia y el de la propia egiptología. Además de emprender una gran campaña de excavaciones, Mariette adoptó las primeras medidas de protección sobre el maravilloso legado del Egipto víctima del más terrible expolio. Así nació el primer museo de El Cairo dedicado a la conservación de antigüedades egipcias y, más aún, este francés generó la fundación del Servicio de Antigüedades Egipcias y fue su primer director.

 

Mariette murió en El Cairo en 1881, la diabetes que la había afectado desde muy joven y le había dejado ciego, al fin terminó con él. En aquellos mismos instantes, Gaston Maspero, su sucesor en el Servicio de Antigüedades, hizo que se desmoronara una de las más obstinadas teorías de su maestro: la ausencia de textos en las pirámides. Maspero, al penetrar en pirámides de la Dinastía VI, advirtió la presencia de franjas verticales de jeroglíficos que daban forma al texto sagrado más antiguo de Egipto: los Textos de las Pirámides. Mariette, a pesar de toda una vida de dedicación, se había equivocado en un punto fundamental.

También en 1881 se iniciaba en Egipto una historia casi detectivesca que iba a dar lugar a uno de los más fabulosos descubrimientos de la egiptología. Esta curiosa aventura se inicia en las tortuosas callejuelas de la capital egipcia, donde desde hacía años aparecía en el mercado de antigüedades una serie de objetos que levantaron la sospecha de los egiptólogos. Tras diversas tramas y enredos fue descubierta la fuente de tantas maravillas: una importante familia de saqueadores de Gurna, los Abd El-Rassul, había descubierto una tumba. Entonces se sucedieron diversos episodios de encarcelamientos y torturas, que concluyeron con la traición de uno de los miembros del clan que confesó el lugar del descubrimiento. Pero nadie podía imaginar lo que esperaba a Emile Brugsch el 6 de julio de 1881. Este hombre, bajo un calor sofocante, subió por un acantilado de unos sesenta metros. A ello le siguió una dura caminata que le llevó a un pozo de unos dos metros de ancho y doce de profundidad. El arqueólogo se deslizó peligrosamente con una cuerda y cruzó un estrecho corredor. Al fin, entre la escasa luz de las antorchas, se dibujó un espectáculo macabro y sobrecogedor: las momias de algunos de los faraones más célebres de la historia se encontraban allí. Brugsch comprendió que aquello era una especie de escondite donde en la antigüedad se habían colocado los cuerpos de los faraones para protegerlos del ataque de los ladrones de tumbas. Grandes reyes y reinas descansaban por doquier, en medio de una gran confusión. A pesar de la avidez de los auténticos descubridores, entre los sarcófagos y las momias aún había centenares de objetos.

Uno de los episodios más sorprendentes de  este magnífico descubrimiento fue el solemne traslado de las momias, que fueron transportadas en barco a la seguridad del Museo de El Cairo. Los aldeanos de todo Egipto salieron a las orillas del Nilo para rendir homenaje a los antiguos reyes-dioses. Pero las sagradas momias tenían que vivir aún una experiencia abrumadora ante un puesto de control aduanero, un episodio que está a medio camino entre lo insólito y lo humillante. El funcionario de aduanas se topó con el conflicto de que aquellas milenarias mercancías no estaban inventariadas. Dado que el reglamento parece que no toleraba ninguna excepción, las momias fueron incluidas en la categoría de “pescado seco”. Tras pagar finalmente la tasa reglamentaria, las momias pudieron ser acogidas en el Museo de El Cairo, donde siguen hoy asombrando a los visitantes.

Otra de las historias más importantes de la egiptología se inició el invierno de 1903, el día en que un conde británico sufrió un grave accidente automovilístico.  Lord Carnarvon buscó en Egipto el clima seco que necesitaba para su recuperación, mientras conocía a la sociedad cairota que resultó ser poco atractiva para él. En busca de nuevas emociones, el lord se inició en la arqueología sin demasiados éxitos, hasta que buscó asesoramiento y entró en contacto con Howard Carter. Así comienza la relación de dos hombres que iban a protagonizar el episodio más espectacular de la egiptología: el descubrimiento de la tumba de Tutankhamón. Tras años de incesante y paciente búsqueda, y aunque los ánimos empezaban a decaer, la sorpresa apareció el 4 de noviembre de 1922: un tímido pero prometedor escalón surgió entre la arena del Valle de los Reyes. Howard Carter, auténtico artífice del descubrimiento, esperó que su mecenas llegara desde Inglaterra para acceder al interior de la antecámara, el inquieto lord preguntó entonces con voz entrecortada: “¿Qué ves?”. Segundos después Carter contestaba: “Cosas maravillosas…”. Esta es, sin duda, una de las frases más emocionantes de la egiptología, un tópico que resume las experiencias que iban a sucederse en los próximos años y que iban a conmocionar al mundo. La riqueza del ajuar del joven faraón, que subió al trono siendo un niño y que murió prematuramente, deslumbró con sus destellos de oro y con sus misterios.

Años más tarde, coincidiendo con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, otro arqueólogo, Pierre Montet, encontraba en Tanis las tumbas de faraones de las dinastías XXI y XXII. Pero el descubrimiento, a pesar de los espléndidos hallazgos, nunca pudo competir con Tutankhamón, que sigue siendo el acontecimiento arqueológico más célebre de la historia.

En el oeste de Egipto, adentrándose en la aridez sahariana, diversos oasis jalonan el desierto. En junio de 1999, una de estas islas de vida saltó a la fama tras hacerse público uno de los descubrimientos más sorprendentes de la egiptología moderna: entre 5000 y 10000 momias se localizaron en muy buen estado de conservación. El encuentro, como tantas otras veces, se produjo de forma casual: el asno del vigilante de la zona arqueológica cayó inesperadamente al quedar sus patas atrapadas en un agujero. Con rapidez se hizo llegar la noticia al equipo de Ashry Shaker, jefe de los inspectores del Servicio de Antigüedades Egipcias en Bahariya, que dio inmediatamente la alerta e informó a su superior, Zahi Hawass. Pronto se pusieron en marcha las excavaciones, que no han dejado de dar sorpresas campaña tras campaña. Sin duda el ingente trabajo acaba de empezar y para la egiptología se avecina aquí una labor gigantesca y difícil. El propio Zahi Hawass, director de la excavación y del Servicio de Antigüedades Egipcias, confiesa que se ve desbordado por la impresionante concentración de momias y tumbas.

Poco a poco la egiptología ha ido tejiendo la trama de una historia milenaria. La pasión que impulsó a sus primeros descubridores siguen estando viva, y, de hecho, Egipto parece estar más de moda que nuca. Buen ejemplo de ello es la cantidad de exposiciones que se organizan en todo el mundo, el incremento constante de publicaciones y el sinfín de películas y series televisivas que se inspiran en la civilización del Nilo.

Todos somos herederos del magnetismo que atrajo hasta las riberas del Nilo a curiosos griegos y romanos, que desafió la imaginación de los sabios e impulsó el nacimiento de esta ciencia. Esta vieja pasión que unió al mundo para salvar la historia y los monumentos de Nubia de las aguas del lago Naser. Una pasión que hace emerger del Mediterráneo los tesoros de Alejandría, que desvela los secretos de las pirámides e investiga incansable las claves de aquella civilización, madre de civilizaciones. Una historia azarosa, llena de encuentros insólitos y de cosas maravillosas…